Te llama. Os encontrais. Empezais a conoceros, vuestras inquietudes. Te interesa. Te cuenta sus deseos. Sus sueños. Lo que quiere. La entiendes, la comprendes. Te dices que vas a hacerla feliz.
Vuelves a tu redil con la cabeza llena de ideas. Tu mente hierve con las posibilidades. Un par de llamadas para descartar algunas opciones. Por fin perfilas tu estrategia. Llamas ilusionado para una cita. "Vale, ¿te parece bien ...?". Por supuesto, menuda pregunta.
La primera contestación es una negativa. No le ha gustado. Pero piensas que te está probando. Siempre es así. ¿Por qué si es lo que quiere? Nunca se debe aceptar algo a la primera. Hay que jugar un poco al cazador cazado. Regates y fintas. Avances y retrocesos.
Poco a poco entra en razón. O se deja convencer. O siempre supo lo que quería, pero no lo quería admitir. Al final accede. Eres feliz. Es feliz. Un apretón de manos cierra el acuerdo.
Por fín has firmado el contrato.
miércoles, 30 de abril de 2008
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4 comentarios:
Al fin y al cabo, el amor no deja de ser -tampoco- un trato comercial...
Buen final, con un giro sorprendente.
Besos,
B.
Es injusto que el amor sea un trato comercial. Pero seguro que los tratos comerciales se basan en seducir al comprador.
Un final inesperado.
Pienso que el amor nunca es un contrato.....pero quiza estoy equibocada.
Un beso, simplemente yo
El amor no es un contrato (para algun@s, sí), pero el contrato tiene bastante de juego amoroso.
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