Los hombres caían a sus pies constantemente. Los volvía locos. Era guapísima, elegante, con gusto, culta, inteligente, con una educación casi perfecta, sabía estar entre gente de diferentes niveles sociales y hablar adecuadamente con todos ellos. Los hombres ponían reinos y fortunas a sus pies, y ella los rechazaba invariablemente. Quería seguir siendo quien era, y como era. Se limitaba a mantenerse al margen de locuras transitorias y tomaba sólo lo que debía, implicándose al mínimo. En ese sentido era muy legal.
No era una puta, era una prostituta. Hay que diferenciar.
1 comentario:
En esta vida siempre hay que saber diferenciar, en todos los ámbitos.
Un saludo, simplemente yo
Publicar un comentario