miércoles, 7 de mayo de 2008

Jeckyll

Era el mayor enamorado de la noche sin fin. No podía pensar en otra cosa que no fuera una sucesión interminable de luces de neón, penumbras sugerentes, amigos, música ensordecedora, alcohol, mujeres, drogas. Para él una noche de viernes perfecta duraba más de 48 horas. Si al despertar reconocía la cama o recordaba algo de lo que había hecho se sentía frustrado. Siempre había sido así, desde que era joven. Y ahora no iba a cambiar.

Tenía una doble vida, ya que nadie podía imaginar que tenía un respetable puesto de trabajo en un famoso buffete de abogados, donde su reputación era intachable. Pero no era él. Mr. Hide era su verdadero yo, y tomaba una pócima para desperar al Dr. Jeckyll.

2 comentarios:

Ligeia dijo...

Tener doble vida, a veces, es agotador...

Belén Peralta dijo...

Qué mala es una doble vida...

Besos de buenas noches, Lobito.

B.