miércoles, 23 de abril de 2008

Celos, o mueren o matan

Estaba celoso. No podía evitarlo. Aquella mujer le había sorbido el coco hasta extremos insospechados. Recelaba de todo y de todos. De quien la miraba, de quien le daba la mano, de quien se le acercara, aunque fuera por un simple tropiezo. Casi no comía, ni bebía más que agua, fumaba innumerables cigarillos, estaba ojeroso, escuálido, pálido, con las mejillas hundidas, sin afeitar. Todo él tenia un aspecto desaliñado, las camisas sin planchar, la corbata torcida, el traje ajado, los zapatos sucios. Iba cuesta abajo y sin frenos.

De repente un día todo cambió. Llegó impecablemente vestido, recién afeitado, pulcro y aseado. Todos se miraron unos a otros, conscientes del cambio a mejor que había dado. Cuando entró al servicio y comenzó a tardar, nadie se preocupó al principio. Pero todos comprendieron lo que pasaba cuando oyeron el grito de la mujer que habia sido su inspiración a la puerta del baño. Allí estaba él, inconsciente, con la boca llena de espuma, y un bote de pastillas vacío en la mano.

4 comentarios:

kancerbero dijo...

A cuenta de los celos, me acabas de hacer recordar un genial cuento de García Marquez. De su "Doce cuentos peregrinos".

Te pongo un enlace por si le quieres echar un vistazo.

http://sololiteratura.com/php/docinterno.php?doc=204

Por cierto, el blog está de puta madre. Pa'qué usar eufemismos.

El Lobo Feroz dijo...

Muchas gracias por el comentario

Belén Peralta dijo...

Quiso dejar un cadáver bonito. Enfermo y lleno de celos, pero bonito.

Me ha gustado mucho.

Besos,

B.

Anónimo dijo...

Sin palabras.

Un saludo, simplemente yo