Se giró en la cama como cualquier sábado por la mañana. La luz que entraba por las rendijas de las persianas le daba en los ojos, aún cerrados, hinchados de sueño. Su mano se deslizó lentamente desde debajo de la almohada hasta salir completamente al frescor de la habitación. Sintió un leve estremecimiento y se le puso la carne de gallina, pero esa sensación le gustaba. Le hacía sentirse viva.
Estaba medio adormilada. Pero se despertó súbitamente, sudando, el pulso acelerado, la respiración entrecortada, el corazón a punto de salirse de su boca. Cuando, al dejar caer su mano a su lado, donde solía dormir su hombre, no encontró su cuerpo, recordó otra vez que el Destino decidió por ella que su vida fuera solitaria.
2 comentarios:
Me veo demasiado identificada.
Un saludo, simplemente yo
Lo siento de veras.
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