jueves, 4 de septiembre de 2008

Nunca es tarde para recapacitar

Aquella tarde comprendió qué le pasaba: estaba enamorado y le había fallado.
Estaba enamorado de aquella chica con la que había pasado casi cada momento de su vida desde que ambos se conocieron por casualidad en una fiesta. Aunque fuera un poco delgada y pálida y desgarbada y con la mirada triste y con ese mechón de pelo rubio caído por casualidad delante de sus ojos... o quizás justamente por todo eso. Qué más daba: al mirarla, su cara parecía absorber toda la luz del local.
Habían compartido momentos encantadores, deliciosos. Habian jugado a inventar historias imposibles, a realizar sueños, a encontrar el tiempo en lugar de perderlo. Otros momentos no fueron tan agradables. Se decía que era como siempre, con altibajos hasta que dos personas se conocen lo suficiente para no ser extraños.
En su fuero interno una alarma le decía que no era verdad. Que algo pasaba. Que algo no encajaba. Ella estaba triste. Siempre estaba triste. Cuando bajaba la guardia, su mirada se entristecía. Con él era diferente: parecía que él le daba vida, como las plantas que reviven al regarlas después de mucho tiempo. Ahora veía la verdad. Ahora lo había visto. Y no entonces, cuando ella lo necesitó. Cuando ella gritaba en silencio que necesitaba ayuda.
No lo vió cuando ella saltó al paso del tren.
Y ahora que lo había comprendido, ahora que era plenamente consciente de lo que pasaba, ahora sabía que hacer: la buscaría para decirle todo lo que no le dijo a tiempo.
Y buscó otro tren.

10 comentarios:

Belén dijo...

Eso está bien, enmendr errores y recular, eso está genial!

Besicos

Bito dijo...

(opinando como lector)

Tu narración no es mala, aunque mejorable. Pero tus finales son brutales, no sólo salvan el cuento, sino que lo coronan.

Un saludo,

belona dijo...

En la misma línea este post con el de "peor imposible".

Ligeia dijo...

¿Porqué pensamos bien pero tarde?.

mas de mi que de... lirio dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

En todo momento tenemos que estar abiertos de mente, cuerpo y alma, para ver y comprender lo que realmente tenemos a nuestro alrededor de esa manera nunca será tarde y terminemos con un final tan brutal, es mi humilde opinión.

Un beso, simplemente yo

Belén Peralta dijo...

Ohhh que buenoooo... Como la mayoría de las veces, culminas tus relatos con una guinda magnífica.

Por algo -digo yo- eres mi lobito favorito. Ya echaba de menos tus relatos.

Besos de domingo tarde,

B.

Isthar dijo...

Últimamente ando demasiado escéptica respecto a los "tardes" o las "recapacitaciones". Quizá uno pueda darse cuenta de las cosas, pero no hay marcha atrás. Y hay trenes, que no pueden compararse.

A veces me pregunto si no me he condenado a viajar para siempre en cercanías de segunda clase.

Lunarroja dijo...

¿Y lo encontró?

María de Herem dijo...

Me pareces un lobo feroz tierno. Un saludo .~)