martes, 17 de junio de 2008

Duane Hanson

Podíamos vivir de forma honrada, aunque el trabajo que tenía no era gran cosa. Al menos me he librado del asqueroso olor de formol que impregnaba todo el ambiente. Era un poco tétrico, celador en la morgue del hospital, pero podía sacar a mi familia adelante. ¿Quién cuidará ahora de ellos, de mi madre anciana, de mi esposa, de mi hijo? No me tienen para estar con ellos, me retienen aquí encerrado, atado como un animal, en esta habitación sin ventanas. ¡No es justo! ¡Esta no es mi idea de lo que debe hacer la sociedad! ¡Voy a salir, querais o no!

Ahí lo tiene, se ha lanzado otra vez contra la puerta. ¿Qué habrá cruzado por la cabeza de esa pobre persona para hacer lo que hizo? Quizás tantos años de soledad, quizás su trabajo, quizás estaba trastornado desde siempre. Pero ya tenemos al responsable de las desapariciones de los cuerpos. Me alegro de que, además, haya podido localizar a los familiares para que se hagan cargo de los cadáveres. Claro que, a pesar del extraordinario trabajo que realizó ese hombre, no vamos a dejar que los vean en ese estado, tan... vivos, si quiere que le sea sincero. Incluso el forense, tan acostumbrado a tratar con cadáveres, quedó impresonado. Allí estaban los tres, sentados en el sofá del comedor, inmóviles, desde que ese pobre diablo que tenemos encerrado se fabricó su familia.

5 comentarios:

Ligeia dijo...

;)

Anónimo dijo...

Desde luego que sí, que hay trabajos que marcan mucho nuestra vida, jejejeje.

Belén Peralta dijo...

Algunos de tus relatos me hacen reír, y otros reflexionar... Este me ha hecho pensar, sí, y mucho.

Me ha encantado, Lobito.

B.

Anónimo dijo...

joder... por qué los lobos tenéis que ser tan tétricos? tendrá algo que ver el que estéis colgaos con la luna?

mas de mi que de... lirio dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.